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Es el nombre simbólico que el ángel de Yaweh impone a Jacob después de la visión nocturna que tuvo al huir de su hermano Esaú (Gen. 32. 23-33). La explicación que le da el ángel, "de haber luchado contra Dios y contra los hombres y salido con vida" (Gen. 32.29), no es etimológica sino popular.
En cada Patriarca está contenido el pueblo que engendrará. Y en ese nombre bíblico se entiende contenido el pueblo que el Israel originó. Por eso el nombre Israel, de origen divino, y no el de Jacob, de origen humano, será el nombre "eterno del pueblo elegido", hasta que sea destruido por la cautividad y sólo parcialmente regrese. Entonces se llamará ya sólo Judá y dará origen a un fragmento de Israel: el pueblo de los judíos.
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